martes, 17 de abril de 2012

Masificación y ciudad

La ciudad, ya sea en color, olor, sabor, textura etc. Está llena de incontable variedad de gustos e interpretaciones que hacen de ese habitar social un inmenso laberinto, donde mientras encontramos el camino correcto, se va enriqueciendo nuestro ser, de este modo se crean mundos paralelos y muy íntimos apoyados en los valores y vivencias. Lugares puntuales que aportan vibraciones anímicas y un apropiamiento del entorno, que hacen de la interpretación de ese gran texto, llamado ciudad, se vea atado a nuestras necesidades y gustos siendo esta un ente “pasivo” dotado de perfección pero que el hombre – animal social, no se basta a sí mismo (Aristóteles) y hace de este, un lugar agradable según su visión y acción idealista del sistema, deformándola, adquiriendo sus propios lenguajes y mutando los espacios para su regocijo y accionar vital. De esta forma el individuo ya se hace un lugar, y como dice el texto “carne y piedra” “Pensar la ciudad es pensar en la vida”, se adquiere esa identidad, que por muy fuerte que se halle formada, siempre ha de estar ligada a alguna colectividad, ya sea de concepto, acción o simple agrado, la sociabilidad del ser humano está implícita en sí mismos y de la mano de esta, iremos despejando el camino que la piedra nos depara.
Ya teniendo claro los papeles, la importancia y demás factores activos del mundo social, es claro suponer que si hay una interpretación, esta se encuentra sujeta a una jerarquización y allí es donde el sujeto no solo debe pensar en cómo vivir su entorno, sino ser consciente de que papel cumple en su habitar o que tanta autonomía tiene por sobre su desempeño social y los subgrupos a los cuales pertenece. Y en este punto no depende, de que tan líder o seguidor sea, ya que de alguna forma, siempre estamos siendo masificados, y más aun en la época actual donde la moda gústenos o no, nos atrapa, los avances tecnológicos nos deslumbran cada vez mas y lo peor aún, es que cada vez oponemos menos resistencia a estar inmersos en estos cúmulos de consumismo que cada día van siendo más necesarios, para el desempeño normal de la vida.
El desenfreno de las grandes metrópolis empieza a crear una deformación cultural en las mentes citadinas, este fenómeno de perversión en la maduración del hombre, está estrechamente ligado con la facilidad y agilidad del ecosistema actual hace de que el individuo tome una postura de tremor a la libertad y creación del pensamiento, buscando así, refugio de todo prejuicio que pueda llegar a aquejarlo, a fin de sentirse seguro. Creando la tendencia de un hombre débil, que ya no le interesa fomentar su cultura, sino que ya, es total mente manipulado por su “subcultura” y se hace un ser consciente de sus derechos pero desarraigado de sus responsabilidades.
Tal vez este se de cómo resultado del mundo cruel que hoy nos cobija, carente de sentimiento alguno de bondad, enmarcado en la sociedad tecnificada de producción acelerada que hace que en ocasiones tomemos papeles impersonales, quedando atados permanentemente, en esta cadena de banalidad y que lo único que alimenta los ojos del hambriento de poder esta cimentado en el factor económico, seguido por la competitividad, haciendo de que nos cortemos las cabezas los unos a otros solo sirviendo a un fin particular, pero siendo netamente influenciados hacia esto y finalmente la exclusión, situación que hace que la masificación sea la única solución o cura a este rechazo, conformándose con la simple contemplación del orden que ese mundo ofrece.
En conclusión, el hombre como primera medida debe reconocerse en su espacio, la sociedad depende de las voluntades del individuo y viceversa, son inseparables e intrínsecamente vitales. (Platón) “Las virtudes de felicidad del hombre, coinciden con las del estado”, esto podría ser una verdad absoluta ya que si es pensada en sentido contrario, eso es lo que más se evidencia hoy en día, donde el caos reina en cada esquina, y solo procuramos por sobrevivir y engranar en la coreografía que impone el desarrollo y la evolución urbanística y conceptual de los tiempos, lo que nos aleja de esa piedra, provoca angustia por el espacio, relegando a la intimidad de la carne y mente, adquiriendo la necesidad de pertenecer o creer en algo.

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