Después de tantos años y de numerosas posturas conceptuales, que han surgido con el transcurrir de las épocas, marcadas por eventos, hombres y un sinfín de situaciones, pareciera que no son lo suficientemente fuertes para que nuestra memoria las tome y utilice de la manera en que deberían ser aplicadas.
Aun las expresiones artísticas más antiguas, siguen permeando el pensar de una gran colectivo de personas emparentadas con el arte, ya sea por desinformación o pocos recursos sigue estando esa tónica, de allí parte la premisa que consiste en exaltar demasiado los artistas del pasado, grandes maestros que bien merecido se lo tienen, pero que al momento de intentar crear o pensar de uno forma contemporánea, no cubriría todas las necesidades o expectativas. Llevando las mentes de los ajenos al arte a un concepto errado o por lo menos una desestimada apreciación del arte, y como hoy en día las ciudades se mueven bajo parámetros y estándares que establecen los altos círculos sociales. Se intenta tomar parte así, de este mundo ya sea por verdadero valor conceptual o simplemente como una moda, ya que si se va un museo y se “interesa” por estas muestras, eventos y nombres, se es una persona culta con el solo hecho de asistir y formar parte de la muchedumbre. Convirtiendo estos espacios dotados para la cultura y el conocimiento, en verdaderas salas reproductoras de dinero comercial y toda manipulación mercantil, aprovechadas bajo un mundo que no busca ese fin, y que solo desvirtuarían la calidad de la experiencia que se puede sentir, si se tuviera esa intimidad y conexión, con la cantidad de colores, formas y vibraciones sensoriales que se pueden alcanzar, partiendo de una percepción correcta.
Ya estando envuelto en este evento, el interés pasa de ser romántico o académico y pasa a convertirse en algo de apariencia, mercado y lucro como todo en lo que la masa fija sus ojos, y hace parecer esta situación más a un concierto o una visita a un centro comercial, en donde la conexión y percepción de la obra no se puede lograr en su mayor esplendor, por las innumerables molestia tanto de asistentes y organizadores, que convierten la visualización intima en una confrontación caótica.
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